[...]
Y
si de verdad todo fuese tan fácil, si el saber cuándo podemos
aceptar algo sobre nosotros mismos fuera tan sencillo, no hablaría
de esto. Pero no lo es, no es
fácil, no llegas a una conclusión profunda sobre ti mismo mientras
estás reorganizando el orden en el que están tus libros simplemente
porque sí, o mientras estás en una cafetería reflexionando sobre
lo mal que abrimos los sobres de azúcar.
[...]
Ignoro
si debería vomitarlo, si debería dejar escapar por la boca todo lo
que desea escapar de mí, todo lo que ha estado dentro de mis
vísceras durante años, todo lo que ha malvivido entre oscuridad y
soledad. No sé si seré capaz de abrirme para que todo este líquido
negro salga a borbotones de mí, no sé si podré dejar mi boca
abierta hasta que todo pase, si podré mantener la mirada fija o si
por el contrario cerraré los ojos para negarlo todo después. ¿Y si
no puedo soportarlo? ¿Y si lo que debo dejar escapar es tan grande
que no acaba quedando nada de mí? Y si, y si, solo soy capaz de
preguntarme qué pasaría.
Ignoro
si debería hacerlo, no quiero saber si esto que permanece en mi
mente y me anula la razón es lo único coherente que puedo dar de
mí. No sé si estoy dispuesta a aceptar que solo sea una locura más,
una triste e impulsiva locura de las mías, una capaz de conseguir
que crea que necesito arrancarme esto a sangre fría, esto que se
mueve, esto que se retuerce, esto que siento que está vivo y no
descansa nunca. ¿Y si no puedo con el dolor? ¿Y si descubro que
esto que intento sacarme de dentro no es otra cosa que yo misma?
[...]
“Amurallar el propio sufrimiento es arriesgarte a que te devore desde el interior”. Frida Kahlo
ResponderEliminarQuien habla en tu texto es la víctima y a la vez es la cómplice de aquello (o aquel) que destruyó su inocencia.
Es víctima porque no quiso ni acepta el daño que le hicieron, se debate continuamente en el recuerdo y en las secuelas de aquel dolor, y afecta a su presente, interfiriendo en su pensamiento y en sus acciones.
Y es cómplice porque cree que se merece ese daño, y construye un muro alrededor de su verdad, para que nadie la conozca, y permite que se le estanquen y se le pudran sus aguas...
La respuesta a las muchas dudas que se expresan en tu texto solo puede darla ella, la protagonista; ella es quien decide si se atreve, si es valiente, si se arriesga a apostar por su alegría, o si prefiere debatirse, toda la vida, en la charca donde algo (o alguien) quiso encarcelarla.
Ella decide. Porque por más dolor que haya, ella siempre fue, es y será una persona libre, capaz de salir adelante gracias a su gran inteligencia, su gran sensibilidad y su gran energía.
O puede creerse que no puede, porque le inculcaron que es tonta, o que no se merece el respeto, o que debe hacer suyo el sentimiento de culpa por los siglos de los siglos amén, y acogerse al lamento eterno y estéril...
"La libertad se aprende ejerciéndola", dijo Clara Campoamor. Ella sabía muy bien lo duro y peligroso que es ejercer la libertad. Aún así no se rindió, y luchó por mejorar un poquito el mundo que le había tocado vivir...
Y esa lucha, creo yo, va íntimamente unida a esa otra lucha: la de no tener miedo de una misma.