Es una mañana gélida. La niebla recorre la piel de las plantas
como si quisiera engullirlas. Pero no es una borrasca o un simple cielo
encapotado que se acerca a regañadientes. Eres tú, que te expandes en tu
propio ser y la frialdad que te ha creado termina por conquistarlo todo
con una eficiencia que raya lo mágico y lo cruel. Escarcha.
Es una mañana oscura. La luz se esconde tras el mar como si este no
fuera a chivarse. Pero no es la noche la que llega, no es un mero manto
interpretando un papel con el pasar del tictac. Soy yo, que me
deshago en mí misma y la creatura que soy termina por rasgarme la piel
con una determinación cercana al acto de guerra. Agonía.