Anoche viajé a otro mundo. Uno gigantesco y colorido, con verdes puntiagudos clavados en las montañas, con blancos espumosos bañando las colinas, con plateados escondidos bajo las aguas. Anoche soñé otro mundo. Uno fresco y refrescante en el pecho, pero cálido en el alma; uno helado en los oídos y en los dedos. Y me dejaba arrastrar por el despertar de los montes, ondas majestuosas corrompiendo mi horizonte. Anoche fui otro mundo. Uno que crujía para respirar menta y marea; inspirar golpeaba las barcas y hacía saltar los plateados. Y yo era las colinas, la marea y la plata; era el verde, la espuma y las barcas. Era toda temblor y crujido y toda yo estaba viva. Viva. Anoche viajé a otro mundo.
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