viernes, 13 de noviembre de 2020

Guerra

 

   Siempre me he sentido preparada para la guerra, aunque ignoro por qué. He vivido posiblemente más de mil noches fuera de esta paz; huyendo de murallas azules imposibles, de erupciones repentinas, de sucesos incomprensibles que tiñen el cielo de rojo y multiplican las lunas. Despertar no convierte los sueños en menos reales de lo que los hemos sentido, se nos quedan muy dentro, esperando más oportunidades para enseñarnos qué somos. Sueño a todas horas, si lo hago dormida o despierta es una distinción innecesaria cuando al fin y al cabo no estoy aquí. Y estoy corriendo en medio de pinares, de lugares secos unas veces, lugares húmedos otras. Y estoy nadando, atravesando un vasto mar para huir de quién sabe qué o quién -o para llegar a no sé ya dónde-.

    Siempre me he sentido preparada para la guerra, aunque ignoro por qué. Y aquellos oscuros momentos en los que no me siento preparada, aquellos instantes en los que no siento mis piernas para correr, o mis brazos para nadar, me ahogo y arraso con todo y la sal me llena el pecho y la mirada; me deshago en gritos y la sangre me hierve acabando con mi alma; me pierdo y me veo en lo alto, siendo varias. Y correr, nadar, saltar. Agua, fuego, gritos. Siempre me he sentido preparada para la guerra, pero no sé por qué.

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